Si hablamos de la cocina como espacio
físico podemos afirmar que es uno de los lugares más frecuentados en todas las
casas. Es el espacio más cotidiano que poseemos. Es un lugar permanente de
encuentro con otros. A través de este encuentro podemos lograr la
autotrascendencia, el desensimismamiento
del hombre. La misma hace alusión a la capacidad que posee el hombre para salir
al encuentro de algo o alguien que esté por fuera de sí mismo. El hombre es el
ser que para llegar a ser él mismo, necesita la mediación del otro. Solo
gracias a este encuentro llegará a su perfeccionamiento. El hombre necesita de
la mediación de otro para llegar a ser el mismo. Solos, no nos conocemos bien y
nos juzgamos mal. El camino más seguro de mi mismo a mi mismo, pasa por el
rodeo de la mirada de otro (Mounier, citado en Ponce León 2000). Hegel ha
insistido mucho sobre la problemática de la mirada del otro. En el encuentro
con el otro se ve un medio para elevarse, crecer, llegar a ser plenamente
humano (Jollien, 2001).
En la cocina también siempre abriga el calor
del horno. De allí salen los aromas que distinguen a cada familia. Allí afloran
nuestras emociones más profundas. Reímos, lloramos, discutimos, nos alegramos.
La cocina tiene un aura particular. Tiene algo de mágico. Se transforman
productos en platos. Hay secretos, enigmas y recetas guardadas que no serán
sacadas a la luz. Hay bullicio, ruidos y olores. Y al final de todo, como en la
magia, hay aplausos por el placer ocasionado. Por el momento disfrutado y
compartido.
No es casual
que el significado etimológico del vocablo compartir sea ¨compartir el pan¨. Y
la palabra compañero la podemos desglosar en dos: comedere (comer) y panis
(pan), por lo cual el compañero es el que come su pan con o con quien se come
del mismo pan.
El mismo Jesús
en la última cena reparte el pan entre sus discípulos, comparte con ellos su
vida. Cada vez que comulgamos Jesús se da a nosotros a través del pan. Estos
hechos evidencian el grado la importancia que tiene el pan
Tan solo con agua, levadura y
harina podemos transformar con nuestras propias manos dichas materias primas
hasta obtener una preparación antiquísima y base de la alimentación del hombre.
Sin duda que para hablar del pan, debemos
detenernos en el amasado. No
abordaremos dicho proceso desde sus cualidades técnicas y su desarrollo físico;
sino que hablaremos sobre sus implicancias a nivel emocional. Etimológicamente la palabra amasar significa dar amor a
la masa. Amasar conecta a uno con lo
más interno de su persona, donde
todos los sentidos trabajan conjuntamente para lograr una pieza artesanal. Un
bien para uno, experimentando un valor
de creación
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