Antes de profundizar sobre la fisiología del gusto, cabe resaltar algunas particularidades de dicho sentido:
En primer lugar observamos que el mismo es el único sentido que para desenvolverse con naturalidad requiere una actitud activa del sujeto, quien debe introducir el alimento en su organismo para poder apreciarlo. Este hecho no es menor, ya que propone una iniciativa del hombre para salir al encuentro de su bien deseado.
En segundo lugar, podemos afirmar que el gusto es el sentido con mayor memoria evocativa. Junto con el olfato son los sentidos más primitivos que poseemos, pudiendo almacenar miles de sabores y aromas.
De aquí deriva que el sabor que reconocemos con mayor facilidad y mayoritariamente el mas aceptado, es el dulce ya que nos remonta a la leche materna con su dulzor particular.
Ahora bien, cada vez que ingerimos un alimento se ponen en juego diferentes mecanismos en nuestro organismo para decodificar el sabor del mismo. Nuestra lengua cuenta con infinidad de receptores para captar el gusto de las comidas.
- El dulce en la punta
- El salado en la parte superior-lateral
- El acido en la parte inferior-lateral
- El amargo en la parte inferior
- El umami en el centro
Pero no solo se activa el sentido del gusto, sino que se manifiesta una ‘constelación sensorial” que actúa en conjunto. Como bien sabemos, el olfato juega un papel preponderante a la hora del comer. Damos cuenta de este hecho cuando estamos resfriados y no le sentimos el gusto a las cosas. (existe una discapacidad llamada anosmia la cual priva a los sujetos del olfato, perdiendo la capacidad para apreciar los gustos).
Muchos gustos y olores también activan nuestro aparato psíquico despertando en cada uno de nosotros diferentes emociones y transportándonos a diferentes lugares y épocas.
Olores y sabores han quedado anclados a una situación específica, ya sea alegre o traumática, a una persona en particular, a un estado de ánimo distintivo.
No solo transmitimos sentimientos a través de los alimentos, sino que los mismos alimentos pueden desencadenar en nosotros diferentes sentimientos.
Concluyendo, damos cuenta que el sentido del gusto es mucho más que saber distinguir sabores; el mismo nos apela y nos compromete en toda nuestra persona.
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